Elisa se convirtió, de la noche a la mañana, en el único referente de la vida de Paco. Todo en ella le asombraba: la vitalidad excesiva que desgastaba su cuerpo débil, la determinación inflexible apenas disimulada por sus estudiados ademanes dulces, el amargo sarcasmo dosificado en su justa medida, inyectado siempre donde más podía doler, y la rebelión silenciosa, constante, contra todo y contra todos.
Esa eterna protesta terminó alejándolos, primero de su familia, y después de la de ella. Ahora podía ver nítidamente Paco, en la pantalla, el rostro de decepción de sus padres, cada vez que ellos les retaban, saltándose el rígido guión.
El último salto fue el inesperado embarazo y el consiguiente aborto. Eso les costó el destierro definitivo. Buscaron un lugar con mar, una puerta permanente hacia otros mundos. Cuando se asomaron a esa inmensidad azul, un día luminoso de invierno, creyeron que habían vuelto a nacer. Posiblemente, reconocía ahora Paco, ese había sido el día más feliz de sus vidas.
Esos momentos felices, que sucedían siempre al final de una etapa o al principio de la siguiente, no solían durar demasiado. Eso lo sabía de sobra Paco, que meditaba saltar el episodio que venía a continuación. ¿Para qué recrearse en la tristeza de Elisa, en su soledad, en la frustrante búsqueda de la maternidad? ¿Qué sentido tenía volver a ver su impotencia, su incapacidad de hacer feliz a aquella mujer?
Aceleró el reproductor, pero quiso detenerse en uno de esos momentos de dicha momentánea: el brillo de los ojos de Elisa cuando le dijo que estaba embarazada. Y después volvió a acelerar para no ver cómo ese brillo se apagaba, cómo su cuerpo frágil se debilitaba, empeñado en una lucha demasiado exigente, hasta llegar al parto totalmente extenuado.
Si hubiera parado el reproductor en aquel maldito día, en aquel maldito hospital, ¿hubiera importado? En pocas horas de amarga espera perdió todo lo que amaba, y lo que hubiera amado; y sin embargo, Paco continuó acumulando días, volviendo hojas del almanaque, alternando etapas de indiferencia y depresión.
Llegado a este punto, el reproductor siguió corriendo, y el whisky bajando, mientras la mente de aquel hombre estaba en cualquier sitio menos en la pantalla. En una de las escasas ocasiones en que su vista se posó sobre esa fría superficie , un rostro le hizo detener la imagen de golpe. Era el de Miguel.
(continuará)
Hijo mío... qué sinvivir ...este gota a gota...
ResponderEliminar¿y quién es Miguel?
Me alté el capítulo anterior y he tenido que recuperar, pero merece la pena.
ResponderEliminarLo cierto es que, leyendo tu espéndido relato, pienso, como otras veces, que en el fondo no me gustaría volver a ver las cosas tal cual fueron, rememorar exactamemte lo que me ocurrió. Prefiero siempre esa versión falsa, suavizada y edulcorada con que vamos rehaciendo nuestra pequeña historia
Ta-ta-ta-channn.... y ahora... ¿Miguel?
ResponderEliminarQue chulo sería el poder parar los reproductores de la vida en un momento dado...
ResponderEliminarCoño, lo he leído tres veces hasta darme cuenta que Miguel no sale aún jajajajjaja
Besicos
Qué bonito, me encanta!!!
ResponderEliminar¿Para cuando el próximo?...
Besitos.
Jo...triste, duro. Pobre Elisa!
ResponderEliminar(espero ansiosa el desenlace)
Huy...ya no sé si seguir pensando en la necesidad de recordar (y ver) el pasado de esa manera.
ResponderEliminarAhora dudo...Es mejor decantarse por algo frívolo e indoloro para pasar las últimas horas de la vida?
Y no sería mejor pasarlas durmiendo?
Ô_Ô
Miguel...lo espero con ansia.
Un beso
Lala
Me gustan esas pequeñas dosis, pura vida en esencia.
ResponderEliminarPoder escoger el ritmo con el que uno desea volver a repasar momentos y ausencias.
Una sonrisa
La máquina no tiene nada que hacer frente a nuestros recuerdos. Y Paco lo va a descubrir, quiere ver a Elisa con esa sonrisa de enamorada, para el reproductor y su mente o su alma, se empeña en ver la tristeza de lo vacio. Nada que hacer.
ResponderEliminarHoy te abrazo fuertemente, te estrujo si hace falta
Qué angustia... ya me daba a mí que no era buena idea repasar su vida como si fuera la de otro...
ResponderEliminarSigue, sigue, que esto engancha.
Abrazos.
este capítulo me ha encantado, juanjo, en serio, me ha gustado mucho la idea de recordar a través de un reproductor, pudiendo detenerlo o adelantarlo donde quieres...
ResponderEliminary has conseguido dejarnos de nuevo un final intrigante.
biquiños,
p.d.: y no tardes mucho con el siguiente capítulo.
se me olvidó: me gusta más esta nueva cabecera que la otra.
ResponderEliminarbicos,
Este tío es tonto pero bueno allá él...y el Miguel? sera bueno o será malo ? Fijo que es malo, porque al Paco lo que le mola es sufrir.
ResponderEliminarUn beso.
Ha tomado un giro que me ha pillado desprevenida.Lo confieso.
ResponderEliminarotra vez un final ... más
ResponderEliminarMe vas a permitir Juanjo que me aleje un poco del texto, solo será un poco te lo prometo; Y es que eso que él en un momento dice, acerca de no poder hacer feliz a una mujer, es algo que he escuchado en más de un hombre cuando abandona, por ejemplo: Te dejo porque no puedo hacerte feliz.
ResponderEliminar¿No es algo eso muy falso?
Como un escudo diría yo a lo que se avecina, a la derrota.
¿No sería más sincero pensar: Soy incapaz de amar sin que me hagan feliz?
Lo siento, pero tu personaje me ha llevado a esto.
Ainsssssss
Elisa tuvo posada la tristeza de una decisiòn que entre ambos tomaron...nada por hacer, ni siquiera para recordando culpas...
ResponderEliminarJuanjo! me estàs haciendo llorar en forma....