11 noviembre 2005

Dentro de mí mismo (2ª parte)

El pánico se fue adueñando de mi, a medida que pasaban los minutos y veía que aquello no era una pesadilla que fuera a terminarse al despertar. Llegué a pensar que estaba muerto, porque nadie sabe con certeza que se siente al estar muerto. Dicen que cuando mueres se libera el alma y abandona el cuerpo. Pues yo me sentía exactamente así, aunque más bien parecía que era el cuerpo quien había abandonado al alma y no al revés.

Recapacitando un poco llegué a la conclusión terrible de que mi situación no tenía nada que ver con una liberación. Era todo lo contrario: estaba prisionero dentro de mi cuerpo. No podía abandonarlo, verlo desde la distancia, triunfante sobre la muerte, cómo se iba descomponiendo, cómo volvía al polvo del mundo.

Es difícil explicar la desazón que produce saber que estás retenido en un lugar sin conocer por cuánto tiempo ni por qué. Creo que solamente los secuestrados han conocido esta situación. Al principio piensas que esta situación es temporal, que pasará en poco tiempo. Es una falsa ilusión, un modo de aferrarse al último madero de un naufragio. Después atraviesas una fase de rabia incontrolable, con el agravante de que no había forma de exteriorizarla, gritando, llorando, riendo....Al final llega el conformismo, la adecuación al nuevo estado, la resignación, la derrota.

Yo pasé por las tres fases en poco tiempo, y cuando llegó el momento de la claudicación final, mi cerebro dejó de luchar, se paró en seco a descansar, quedándose momentáneamente en blanco. Quizá fuera el único momento placentero, pero duró muy poco tiempo, segundos tan sólo.

Tras el receso me dí perfecta cuenta de que la cabeza me seguía doliendo una barbaridad. Era la confirmación final de que seguía vivo. A los muertos no les duele la cabeza, y no me he encontrado ningún parapsicólogo que lleve aspirinas a sus sesiones de espiritismo.

¡Aspirinas!, pensaba. Daría la vida por aspirinas. Sí, estaba vivo pero la situación no mejoraba demasiado. ¿Qué coño me estaba pasando?. No recordaba haber tomado nada raro la noche anterior. Lo de siempre, vino para cenar, una copa de whisky para el postre, y cubatas, en número indeterminado pero finito, eso sí lo tenía claro.

Mis conocimientos médicos se limitaban a lo que había podido oir o ver a lo largo de mi vida, que no era demasiado.Sabía, por ejemplo, que las lesiones de la médula espinal producían parálisis como la que yo padecía en ese momento. Además eran incurables. Los enfermos vivían postrados durante lo que les restaba de vida, que en mi caso podrían ser decenas de años, siendo una carga insoportable para sus familias.

Mientras pensaba en eso, la angustia y desesperación crecían en mi interior. Necesitaba saber, necesitaba ayuda, necesitaba, necesitaba... Empezaba a necesitar demasiado. La ansiedad me mataba, la espera se estaba haciendo demasiado larga. Cada segundo me parecía una hora completa.

No se cuanto tiempo pasó, horas, minutos, no sé. Pero recuerdo perfectamente el sonido de la llave entrando en la cerradura, el portazo, los pasos en la escalera, de nuevo la cerradura, el sonido de las voces, el aliento cortado por el frío, la respiración agitada después del ejercicio...

De todos los que habían salido a pasear, solamente quedaban mis padres y mi hermana pequeña, los únicos, aparte de mí que quedaban en casa. Nada más verlos cruzar el umbral de la puerta ensayé mi mejor grito, pero las paredes no me devolvieron mi sonido. Ellos tampoco me oyeron. Ni siquiera parecieron verme. Entraron corriendo a sus respectivas habitaciones para quitarse los abrigos y ponerse cómodos, mientras yo me consumía en mi impaciencia...

2 comentarios:

  1. Anónimo11:46 p. m.

    Hola, pues veo q me sigues dejando con las ganas y con una especie de angustia. Chico, q historia!! la semana pasada pensé en dejarte un to be continued, y he esperado otra semana para conocer el desenlace de esta historia tuya q produce esa especie de asfixia al leerla, solo de pensar en lo q se debe sentir. Me recuerda a alguna de esas historias de Alfred Hitchcock. Recuerdo una en la había una persona sobre una camilla en un depósito de cadáveres. Iban a practicarle la autopsia, cuando de pronto la persona despierta. Se da cuenta de lo q pasa, todo el mundo cree q esta muerta cuando en realidad está viva. Q momentos tan angustiantes. Al final, creo q logra mover un dedo, ufff por los pelos!!! jeje
    En fin, espero pronto el desenlace de tu historia.
    Un saludo, Noelia.

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  2. Anónimo1:38 p. m.

    Como dice Noelia.. tu historia produce una especie de asfixia que te hace devorar el texto con mayor rapidez de lo habitual aver si logras quitarte ese peso del pecho lo antes posible... jajaja me estás enseñando a leer más rápido de lo que acostumbro...jajajajajajajaja
    Moraleja : si sales de fiesta .. evita las reuniones familiares... que son las culpables de todos nuestros males
    besitos
    Taormyna

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