27 noviembre 2005

Vivir o morir (Una historia a medias) Parte II

De repente escucho un golpe seco, el de su cuerpo caer en el agua, y... ¡despierto!. ¿Estoy soñando?.

Al abrir los ojos puedo percatarme de que la situación actual no es mucho mejor. El ruido que acabo de escuchar es el de mi propio cuerpo al caer en el agua. Me veo inmersa en un descenso vertiginoso hasta el fondo de río hasta que choco con algo duro.

El golpe consigue aturdirme un poco más. No sé dónde estoy, si arriba o abajo, si viva o muerta. Suelto algo del poco aliento que me queda y observo las burbujas subir. En un postrero impulso, empleo las pocas fuerzas que me quedan y asciendo lo más rápido posible hacia la superficie.

Pero poco antes de llegar veo un bulto sospechoso, un cuerpo inerte que se desplaza muy lentamente hacia arriba. Dudo un instante en la ascensión, pero decido seguir subiendo. Al salir parece que mis pulmones van a explotar. Los lleno con todo el aire de que soy capaz, tosiendo hasta expulsar todo el agua que me había entrado, y vuelvo a sumergirme.

Encuentro el cuerpo sin dificultad y tiro de él con rabia pero no encuentro resistencia, ninguna señal de vida. Sin tiempo ni a mirar su cara uno mis labios a los suyos y le impulso todo el aire que cabe en sus pulmones.

Nada. No consigo nada. Entonces puedo ver su cara. Sí, es él. Noto que la angustia y la desesperación se apoderan de mí. Vuelvo una y otra vez con la reanimación mientras intento alcanzar la orilla. Ya sin esperanza deposito su cuerpo sobre la arena y me abrazo a él.

Estoy exhausta, al límite de mis fuerzas. Oigo la sirena de la ambulancia acercarse, y cómo los enfermeros gritan algo. Pruebo por última vez, expulsando hasta el último soplo de aire de mi cuerpo, y un torrente de agua sucia invade mi boca.

Por fin ha reaccionado, está tosiendo. Su cuerpo empieza a moverse como por espasmos. En ese momento las fuerzas me abandonan y me desmayo. Sólo recuerdo una cara a mi lado y una bendita palabra: ¡Vive!.

Ahora, desde el borde de la cama del hospital me mira y sonríe.

Por Rodolfo, el Reno de la Roja Nariz

5 comentarios:

  1. Anónimo1:53 a. m.

    Me gustó tu fin. Es una buena historia para continuar, y es un buen y esperanzador modo de hacerlo. Sobre todo, esperanzador. Muy interesante e inteligente como te libraste de la disyuntiva "¿lo recojo o no lo recojo?"

    Como siempre ("Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora") aquí estoy, contenta de leerte y de que me leas.

    Besos mil, Renito...

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  2. Anónimo2:30 p. m.

    Magnífico final...
    Estaba con el corazón en un puño,
    esta historia compartida
    tiene tiempos de angustia.
    Un saludo!

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  3. Anónimo5:33 a. m.

    Gracias por tu comentario! Por cierto, leíste la entrada anterior? Lo digo porque donde me pusiste el comentario era la 2º parte de la otra... En fin, no tiene importancia, ahí va la 3º en cualquier caso.

    Gracias de nuevo!

    P.D.- Te has dado cuenta de que yo me llamo Silencio Sonoro y tu blog La voz del Silencio?

    Querrá decir eso algo...? :P!

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  4. Anónimo9:42 a. m.

    Uff.. ¡que alivio..!. Un final feliz. Aunque, la verdad... es que la cosa no pintaba muy bien para final feliz... mmmmmm....

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  5. Anónimo11:47 p. m.

    Al final y un muy buen final.
    Juanjo?, Rodolfo, Ramón?.
    Te estoy leyendo.

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