13 abril 2007

La sombra de la guadaña


La enfermedad avanzaba sin pausa, devorando lentamente el cuerpo de Gastón, y con él, su estado de ánimo, del que a duras penas podía rescatar María Rosa de su continua decadencia, con su incansable buen humor.

Las piernas ya no existirían para él si no fuera por el desagradable olor a putrefacción que desprendían. Su piel rígida y acartonada se veía rota en diferentes sitios, por los que salía un líquido acuoso, y ocasionalmente asomaban pequeños gusanos de color blanco. Caderas arriba, el color morado había invadido ya toda la superficie hasta llegar al cuello, acompañado de los consabidos dolores. Empezaba a notar cierta presión sobre su estómago, que le producía una sensación de hartazgo, por lo que apenas probaba bocado.

Había perdido peso, pero solamente se le notaba en la cara, pues el resto del cuerpo, pese al calor reinante de finales de Junio, lo llevaba pulcramente cubierto para ocultar sus miserias al resto de la humanidad, ahorrándose las letanías compasivas que hubiera escuchado de haber procedido como si nada le estuviera pasando.

Cada vez tenía menos ánimos para salir, pero María Rosa le insistía mucho. El empezaba cediendo a regañadientes a principio de la jornada, y terminaba dándole las gracias al final de la misma. Hoy se encontraban frente a la imponente fachada de Notre Dame, hablando de Esmeraldas y Quasimodos. Gastón le contó la historia de Jacobo de Molay, su quema en la hoguera muy cerca de allí, y la maldición que desde la pira funeraria dirigió a los responsables de su muerte.

Pensaba que quizá hubiera deseado una muerte así, cruel y rápida, aunque fuera dolorosa, antes que la lenta agonía que pacientemente soportaba. Se sentía víctima de una extraña maldición, del pago por unos pecados por él no cometidos, y la amargura le corroía aún más que sus males. Solamente la escritura le proporcionaba cierto desahogo, pero ahora se había vuelto abstracta, críptica, negra, como los grabados de Goya en su postrera etapa pictórica.

Diríase que cada noche de vigilia, la Muerte se apoyaba en el quicio de la puerta y derramaba la siniestra sombra de la guadaña sobre el inmaculado papel sobre el que Gastón vertía toda la bilis acumulada; pariendo textos ininteligibles, pero bellos, poemas agónicos, letras imposibles, como creadas para canciones de Nick Cave, desesperación y ternura.

5 comentarios:

  1. Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyy! Lo estoy pasando realmente mal con la pierna del pobre Gastón :(

    Yo de verdad, ya me espero lo peor. Así que por favor, no le hagas sufrir mucho más, vale?



    Un beso dulce

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  2. Anónimo11:05 a. m.

    Ufff... pobrecito mio. ¡Que mal lo está pasando!.
    Un beso, solete.

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  3. Anónimo2:00 a. m.

    Que manera de putear a Gastón, menudo final va a tener, aunque los finales tragicos son los mejores. Un saludo.

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  4. Anónimo12:53 p. m.

    Como no le des un giro dramático a la historia y Gastón acabe sanando de su mágica dolencia; te juro que te enteras, paisano.

    Pd.- Cómo no voy a darte las gracias por tus visitas si has sido uno de mis maravillosos descubrimientos en este viaje, chaval?

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  5. Esto empieza a ser gore Juanjo... gusanos?
    si lo que intentas es hacernos sufrir... lo estás consiguiendo
    Fuera de coñas, este personaje cada dia se redondea más, me encanta el tratamiento que le estas dando, tanto a él, como a la historia, de la que ya me espero cualquier cosa o_O
    :)

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