13 octubre 2009

La Musa (I)


El comienzo de curso suele ser una época de cambios de difícil pronóstico. Uno no sabe muy bien adonde le llevarán la colección de muñecas de porcelana, el nuevo curso de tai-chi, o el enésimo intento de aprender inglés. El otoño en sí, es una gamberrada atmosférica y emocional dispuesta a modificar aún más el errático rumbo iniciado con el cúmulo de propósitos y despropósitos del mes de setiembre.

Dentro de ese turbulento ambiente, situémonos en un año cualquiera de finales de los 80 o principios de los 90. Perdonad la mala memoria. Es la primera salida nocturna por la ciudad después del verano. Todavía hace calor, pero se ha levantado una brisa con olor a tierra húmeda. Todos sabemos lo que significa: pronto va a caer la del pulpo, y urge encontrar refugio en algún garito cercano. El problema es que no sabemos dónde ir. Los tres primeros intentos han sido fallidos, parece que los viejos locales han decidido esperar otro fin de semana más concurrido, pues éste apenas deja ver gente por la calle.

Bajando por una calle cualquiera, un sitio nuevo, medio escondido, aparece como una salvación al tiempo y al tedio demasiado oportuna para rechazarla. El local, nuevo como he dicho, vive en una casa vieja de la que retiene su mejor esencia. Queda todavía algún plato de cerámica colgado y en la alacena sobrevive algún pequeño jarrón, un candelabro o una tetera. De la escalera que sube al primer piso, inaccesible, han quedado varios peldaños gastados sin reparar. Hasta el techo ha resistido la invasión de pintura nueva a la que han sucumbido las paredes. La iluminación es precaria, pero cálida e íntima, rica en tonos amarillentos que refuerzan el sabor antiguo de la única sala visitable.

La barra es pequeña y discreta, situada nada más entrar a la izquierda, como un mal necesario al que no se le quiere dar publicidad. Tras ella, un hombre barbicano vigila el equipo de música, diminuto bajo la numerosa escolta de compactos que le rodean. A su lado, una extraña mujer sonríe. No me preguntéis su nombre. También lo he olvidado. Le llamaré como el nombre del local: La Musa. Como la llamábamos.

(continuará)

13 comentarios:

  1. ¡Coño qué receurdos!
    Te van a hacer cronista de "movida periférica"... ¡Oh! squellos años...

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  2. Siempre es motivo de celebración encontrar un nuevo bar donde inspirarnos. Disfruta de ese pequeño local como yo me quedo disfrutando de tu magnífica descripción.

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  3. Parece un garito con solera, a pesar de ser nuevo!!! Como no me gustan las discotecas, esto me resulta encantador! :D
    Habemus guateque???
    Seguro que la "musa" incita al baile...jejeje!
    Sólo faltaba que sonara Rainbow!!!
    ;P


    Un beso


    Lala

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  4. Ahora nos dejas con las ganas de que sigas describiendo a La Musa
    ...a ver qué pasa con ella.

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  5. La Musa" es un excelente nombre, aunque me dejas a medio camino de saber más, mira que no soy de guateques ni discotecas ..... pero aquí me quedo escuchando la música.

    Mis besos siempre .....

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  6. Lo que yo llamo una torre de marfil, no?

    Mola!

    Seguiremos atentos...

    Besicos

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  7. Uy, ésto promete... Sigue un poquito más!!!!

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  8. Me gusta ese local nuevo que habita en una casa vieja... me gusta y mucho cómo has prendido la curiosidad y el suave balanceo de tu descripción.
    Aquí espero....
    Una sonrisa

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  9. Nada más inspirador que una Musa, si acaso el recuerdo de un local ya desaparecido y en el que vivimos nuestra vida y quizás la de otros.

    Un abrazo

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  10. pues ala, junajo, que esté continuando ya, no te hagas de rogar, no puedes dejarnos así... eso no se hace.

    biquiños.

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  11. Me gusta y me quedo esperando la continuación de tu Musa. Un saludo.

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  12. ¡¡Hola Juanjo!!

    ¿Hoy no tienes por aquí a tu anónima particular PO45?

    me ha encantado tu "mini relato".

    A veces, cuando llega el otoño, es verdad que parece que todo sufrimos como un apagón de los bioritmos...
    Y para colmo, el ambiente tampoco es que ayude nada, como tu dices, del bullicio del verano se pasa a la medio desertización del otoño...
    ¡¡Menos mal, que has encontrado este lugar tan lleno de encanto que nos describes...
    Aunque como no has entrado en detalles, con tu musa no sabemos si ella es extraña por sorprendente o por rara...¡¡Ojalá sea increíble!!

    Aunque me da mala espina el barman ...¡¡No sé!!

    Muchos besos

    P.D. Preparado, para cuando nos acerquemos a tu casa, que te mandamos el albatros de mensajero, para quedar... ¡¡no me olvidaré!! ;-)

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  13. Seré honesta y no pasaré a la segunda parte. Ésta, me ha hecho retroceder tanto en el tiempo qué egoístamente me he separado de la lectura y trataba de recordad ¿ Adónde iba yo en esos años? ...
    Impecable el escrito, me quedo en la barra, entrando a la izquierda y subo a la segunda parte.

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