12 octubre 2006

La dama de hierro (IV)



La expectación domina el semblante de las tres únicas ocupantes de la sala mientras las sombras avanzan; las espadas preceden, desafiantes, a las personas que las blanden, mientras se introducen con mucha cautela en la ratonera.

Por fin puedo ver sus rostros, y suspiro de alivio al comprobar que no son los de mis anteriores verdugos. Al instante reconozco la divisa adherida a su armadura: son soldados del rey.

Lágrimas de felicidad brotan de mis mejillas cuando, con voz alta y clara ordenan: "Daos presas, en nombre del Rey", mientras se dirigen, sin bajar la guardia, hacia las dos viejas. Las brujas no oponen resistencia, ni siquiera osan desafiar con la mirada las órdenes de los soldados; pronto se ven con sendos grilletes sujetando sus muñecas por detrás de la espalda, caminando con desgana hacia la puerta de salida.

A mí me desatan, me cubren con un manto y abandono junto a ellos la estancia, con las escasas fuerzas que conservo, casi a punto de desmayarme, caminando paso a paso, lo más erguida posible, intentando enjugar las últimas lágrimas y reprimir las siguientes. Siento vergüenza de mí misma, humillación y vergüenza, pero la libertad está cerca, y todavía no me hago a la idea de lo que puede suponer eso.

Saliendo de las mazmorras observo con terror a mis antiguos torturadores: uno ya ha muerto, y el otro yace en el suelo, moribundo. Me impacta la expresión de sorpresa del primero, los ojos muy abiertos, incrédulos, y la herida en su costado izquierdo todavía manando sangre, oscura y espesa, que va coagulando lentamente. El segundo tiene una herida en el estómago, y su agonía es lenta; está perdiendo mucha sangre, y sus lamentos van acorde con sus fuerzas, prácticamente ya inexistentes, convertidos en susurros inaudibles.

En el patio de armas, los soldados del rey vigilan a los restos de la guarnición del castillo, y al personal del mismo, que permanece retenido mientras se realiza el registro minucioso de cada una de las estancias. Las dos viejas pasan a engrosar el grupo de los soldados vencidos, y el personal de cocinas vuelve a sus puestos, escoltado por un par de guardias, para preparar el avituallamiento de los numerosos ocupantes del lugar.

Parece que no ha habido demasiados muertos, pero el enterrador del castillo mira cabizbajo el trabajo que se le viene encima; aunque eso será después del interrogatorio al que le van a someter las autoridades, que ya le llaman para comparecer ante ellas.

Un pequeño hospital es improvisado juntando algunas habitaciones, y allí me envían junto a mis compañeras de cautiverio, para reponernos de nuestras heridas físicas. Las otras, tardarán más en cicatrizar.

Castillo de Csejthe
Enero de 1.611

8 comentarios:

  1. Sabes que me encantan los relatos históricos, no?

    Aunque sean novelados... ;)


    Un besote

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  2. Anónimo8:00 a. m.

    juazzz por fin!!!! es que no sé que pasaba pero no podía abrir la ventanita esta para dejarte un comentario, creía que ya no me dejabas entrar, jajjaa
    En fin, que lo de la dama de hierro....ufff no sé de qué rincón de tu cabecita sacas estos relatos pero son estremecedores :-S
    En fin, esta última entrega no la he leido pero volveré a leerla.
    Que pases una buena semana.
    Besos. ;o)
    Noelia

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  3. Anónimo12:02 a. m.

    No sé qué pasa que no consigo leer el relato entero. Mañana entro y a ver si lo termino de leer...qué rabia.

    Nada de jamón. El jamón pa mí. ¡Jajaja!

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  4. Anónimo9:00 a. m.

    Me gusto mucho el poder de tu palabra para llevarme a una época pasada. Si hay que ser prosaico como dices.
    Un abrazo
    1OOOena

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  5. las heridas del alma ,cicatrizan si pero siempre te quedara la secuela,ufffff..como conservas la memoria despues de tantos años?1.611-2006 muchos no?...ABRIL

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  6. Anónimo8:26 p. m.

    Me encantan las historias de sable y florete; cuitas soldadescas, reverencias a palabras como honor, camaradería, valor...
    ¡Voto a brios!

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  7. Bueno, lo mío sí que es suerte, que llego lo suficientemente tarde como para poder leer el relato entero de un tirón.
    Ya de por sí esremece, pero al leer el nombre del castillo se me han puesto los pelos de punta. La Condesa Sangrienta, ni más ni menos...
    Brrrr...

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  8. Anónimo11:13 p. m.

    Siiiiiiiiii, bien! me voy a por las otras partes... es que me he tomado un respiro entre tanto pronombre simple y articulado italiano pufff jajajaja... sigo!

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